El YO EXTERNO es el escenario (campo morfogenético) en el que las especies vivientes se mueven. Es un campo de memoria que explica el aprendizaje tácito que se da entre los grupos.
La Terapia del Yo Externo, basada en los principios de la NeuroBiología Comportamental, analiza y armoniza el impacto que los factores externos provocan en el Yo Coherente. Se divide en dos ramas, la primera se enfoca en el Individuo y su grupo de interacción, mientras que la segunda observa la relación del Individuo y los espacios en los que habita.
Toda vez que un miembro de una especie aprende un comportamiento nuevo, cambia el campo mórfico de la especie. Si el comportamiento se repite durante cierto tiempo, la resonancia mórfica que se genera afectará a toda la especie.
Dado que los grupos humanos funcionan como un campo de memoria, los eventos que han ocurrido con mayor frecuencia y con mayor cercanía tienen mayor posibilidad de volver a ocurrir y transmitirse entre sus miembros.
Esta frase se le atribuye a Napoleón. No solo puede aplicarse a la historia de los países, sino también a nuestra propia historia, ya que nuestras raíces ancestrales constituyen nuestro principal campo de memoria.
El árbol genealógico del que provenimos funciona como una matriz. En ella, nos movemos porque guarda una historia escrita en la que somos los actores. Como los personajes y sus acciones ya están predeterminados, solo encarnamos un único personaje y repetimos las mismas escenas. El problema es que, en ocasiones, la repetición de esa obra nos puede llevar a un destino trágico.
Todo cambio que realicemos en nuestro personaje generará una transformación en el desarrollo de la historia. Habrá que prepararse para lo que suceda, porque la mayor parte de los miembros de la obra se sentirán amenazados ante el cambio y se volverán nuestros antagonistas para mantener su fidelidad al grupo y no salirse del libreto.
Esto no debe ser un motivo para desistir. Porque, si bien muchos se resistirán a dejar lo conocido, otros notarán el cambio, tomarán conciencia y se convertirán en nuestros aliados para darle un giro al curso de la historia.
La incidencia del pasado en nuestro destino no es algo nuevo. De hecho, las civilizaciones antiguas les daban tanta importancia a los ritos funerarios por este motivo. Los chinos creían que los muertos influenciaban a los vivos. Por eso, realizaban funerales extravagantes y buscaban el mejor sitio para el entierro. De ahí, nació el arte geomántico del Feng Shui, que posteriormente se utilizó en la construcción de templos y palacios.
Feng Shui significa ‘viento y agua’. Tuvo su origen en las regiones montañosas del sur de China de la observación de los efectos que el viento (feng) y el agua (shui) ejercían sobre las rocas. En los sitios en donde las montañas permitían que la energía (chi) movida por el viento y el agua circulara en forma suave y ondulante, creaba un paisaje armónico. Entonces, advirtieron que quien tuviera el privilegio de construir su hogar en ese «lugar sagrado» sería beneficiado con la buena energía del entorno porque la vivienda era considerada una segunda piel. Ese fue el origen de la Escuela de la Forma, que utiliza la energía de los cinco animales sagrados: la tortuga, el ave fénix, la serpiente, el tigre y el dragón.
Cuando este conocimiento se trasladó al norte de China, donde la geografía no es tan beneficiosa como la del sur, debió ser adaptado. Surgió así la Escuela de la Brújula, que utiliza el Pa-Kua del cielo posterior. A partir de él, los ambientes se dividen en ocho sectores. Cada uno está regido por un elemento de la rueda china y se simboliza por un trigrama.
Cada trigrama es una figura de tres líneas, que pueden ser enteras (yang) o cortadas (yin), lo que determina ocho combinaciones, los ocho auspicios que desea todo ser humano:
Las tres líneas de cada trigrama representan la trinidad cósmica: cielo-hombre-tierra
Se considera que la Tierra es un organismo viviente y, por ende, es también el cuerpo que utiliza el hombre para concretar las ocho aspiraciones. Este trabajo involucra las energías del cielo:
«Para que el hombre logre sus aspiraciones, necesita que la tierra apoye al cielo».
El estudio de las influencias celestiales dio origen a otra escuela de Feng Shui, basada en la astrología china: la de las Estrellas Voladoras.
Los años chinos se cuentan en ciclos de sesenta años, que surgen de una combinación secuencial de uno de los diez troncos celestes (tiangan) y de una de las doce ramas terrestres (dizhi).
Los chinos ingresaron al año 4719 el 1 de febrero de 2022, que corresponde al tigre de agua, el tercer signo del horóscopo chino. Su reinado se extenderá hasta el 23 de enero de 2023.
En este video se explicará cómo ajustar las energías celestiales para el año 2022.